La espera
No me gusta esperar. No me gusta sentarme y ver pasar las horas, los minutos, los segundos como pequeños martillos taladrándome el cerebro, el alma. El reloj como instrumento de tortura, de sufrimiento, que sólo sirve para fragmentar al tiempo, para envolverte en su tic tac, como un mantra. De niña esperando a mi padre, esperando un regaño, un premio, un beso. Esperando, siempre esperando... He esperado tanto (hoy, ayer, mañana) he hecho esperar incluso (hoy) tantas veces... y ahora ya no espero nada, ahora espero todo, ahora espero distinto; con certeza, con firmeza, a veces hasta con dureza, con resignación; con miedo, pero con valor, con el corazón en la boca, sabiendo que la vida es una constante y eterna espera.
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