Todo era amor
Todo era amor. Ni ella misma podía creer tanta felicidad, primero el devenir de la noche junto con sus manos, tan calientes, tan suyas. Despúes hacerse uno, probar la carne, y tocar con las yemas de los dedos un pedacito de alma, con luz tenue, suave. Por último un paseo, un trayecto lleno de simplicidad, de sublime simplicidad; ella con los ojos en la calle, él con la mente difusa, pero tocándose siempre. Los dos solos, con tanta gente alrededor, mirándolos, pero los reflectores sólo en ellos; las calles llenas de ruido, tan saturadas de imágenes, de olores, y sólo ellos.
No había mejor escenario, no había mejor día, ni compañía, ni nubes... Hasta que terminó. Hasta que su mayor obstáculo volvió, con su afán, con su mirada llena de lágrimas y no sé de qué. Hasta que él movió sus labios para partirla en cachitos, para traspasarla con sus palabras, para confirmarle lo que ya sabía, lo que nunca debió pasar, ni el día, ni el momento, ni el lugar... donde todo era amor.
No había mejor escenario, no había mejor día, ni compañía, ni nubes... Hasta que terminó. Hasta que su mayor obstáculo volvió, con su afán, con su mirada llena de lágrimas y no sé de qué. Hasta que él movió sus labios para partirla en cachitos, para traspasarla con sus palabras, para confirmarle lo que ya sabía, lo que nunca debió pasar, ni el día, ni el momento, ni el lugar... donde todo era amor.