Se me antoja el calor, se me antojan los labios llenos de sangre, y rojos, casi como el corazón palpitante a punto de explotar cuando está lleno de amor; como el sexo mismo dilatado también, cuando es tocado por manos tibias, con síncopas, con vaivén; se me antoja probar, lamer, recorrer la piel en secciones, encontrar la salida en ese laberinto llamado cuerpo; se me antoja oscilar tan sonoramente, tan armónicamente como las notas de un jazz, de una falseta, de una sinfonía o de un tumbao; se me antoja danzar con las piernas abiertas, y los brazos, y la boca, y así llegar a tus ingles, a tu centro; se me antoja probar esa miel, ese líquido que brota de todas partes como ofrenda, como desfogue, a mi lengua, a mi abdomén; se me antoja voltear la vista y ver la luz… transgresión tan eficaz de la penetración. Se me antoja eso y más…